La leyenda del lindo gatico blanco.



En años de recorrido por la Sierra de Cubitas e tenido la oportunidad de recoger no pocas historias y leyendas dispersas entre las comunidades que habitan aquella hermosa y dura geografía.
Concepción de la Hermita Vieja, Santa Isabel del Cercado, San Miguel de la Entrada, Banao, Algibito, Yabunal, Pozo de Vilató, Las Veguitas. Los Güiros, Caseríos algunos de ellos radicados allí desde las primeras luces del siglo XIX y aun antes.
Aislados sobre los flancos de la sierra o metidos por entre desfiladeros y valles interiores los cubiteros sobrevivieron a su forma y manera dejándonos un patrimonio muy particular de leyendas de siglos. Algunas de esas rancherías ya no existen y puede que de vez en vez los caminantes de sendas extraviadas encuentran a su paso vestigios de viviendas, cementerios olvidados y aun tumbas anónimas, devorado todo por la manigua protectora.
 
Esta historia que hoy quiero narrarles me la contó el viejo Antonio Tendero, persona a quien aun muchos recuerdan en esa zona de Cubitas que media entre el paso de Lesca y Las Cocinas, y a quien a su vez se la contó de primera mano aquel que fue testigo, tal vez, de una alucinación o quien sabe qué. O sea, por quien en verdad la vivió y que según me aseguró Tendero,aquel siempre fue hombre cabal y serio. Esa fue la historia de Pito Pérez (permítanme reservarme la identidad del personaje real) y me dijo además Tendero que Pito Perez se lo contó con pelos y señales y sin darle muchas vueltas al asunto porque fue la única vez en su vida que sintió cagarse.
La historia empieza así. Allá por los años del machadato, cuando la situación era muy miserable, a Pito Pérez no le quedó otro remedio que meterse en el monte para ver si podía agarrar alguna jutía o cualquier otra cosa que sirviera para dar de comer a su familia, así que buscando rumbo fue a caer por la garganta del otro lado de Paredones para salir por la vuelta de Algibito, y que como su caballo venía cansado él desmontó y agarró a pie para que la bestia le siguiera, echándose encima las alforjas y la capa de agua, no fuera a ser que la bestia decidiera regresar sola a la casa como ya había echo otras veces.
Dice Pito Pérez que a la caída de la noche aun no había salido del desfiladero cuando de entre la manigua salto al medio del camino un pequeño y muy lindo gatico blanco. Extrañado por la presencia de este animalito en aquel sitio tan alejado de todo se adelanto para cogerlo, pero el gato corrió un poco camino adelante y se detuvo como para esperarlo. Otra vez va Pito Pérez a agarrarlo y otra vez el animalito hace la misma operación, correr delante y esperar.
Pero entonces dice Pito Pérez que comenzó a notar que cada vez que el gato se detenía en medio del camino para esperar a que se le acercara, iba aumentando de tamaño. Más grande y más grande cada vez .
 Y Pito Pérez dice que se desbandó a correr olvidándose del caballo, las alforjas y la capa de agua. En una de esas se dio cuenta de que ya el gato había desaparecido, pero el siguió corriendo loma abajo como si tuviera todos los diablos detrás. Estuvo corriendo, dice, hasta que ya de noche se acercó a una casa que estaba a la salida del desfiladero y donde había, parece, un guateque. Que llego todo agitado y tembloroso, y que contó lo que le había pasado como pero entonces los amigos comenzaron a burlarse de el y hasta a imitar los maullidos de un gato; “!Pito Perez, miauuuuuuu!, ...!Misu misu, gatico!” y que entonces él disgustado por las burlas, se marchó. Salio al camino. Pero entonces cuenta Pito Pérez que no había caminado diez metros cuando escucho un gran estruendo dentro de la casa y un maullido muy muy fuerte !MIAAAUUUUU! Y vio un tropel de gente saltando por las ventanas y saliendo por las puertas todos gritando espantados, decían que en medio de la sala había aparecido un gato gigantesco color blanco.
 Según Tendero todos vieron el gato y juran que fue verdad, pero nadie ha podido explicar que fue lo que ocurrió. Pito Perez ya no volvió a hablar mas del asunto hasta que se lo contó a su amigo Tendero, tampoco jamas en su vida retomo el camino de Los Paredones.
Nosotros que conocimos así esta historia, cada vez que enrumbamos por ese desfiladero nos mantenemos muy alerta, no vaya a ser que se nos aparezca en el medio del camino un lindo gatico blanco. Nadie sabe.

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